«Miradme a la cara, asesinos, que conmigo no habéis podido»

Duro, muy duro debe ser enfrentarse cara a cara con quienes sesgaron la vida de un ser querido de manera tan cruel e inhumana como la que sufrió en su día Miguel Ángel Blanco.

Seguro que muchos casi habíamos olvidado aquellos momentos de incertidumbre y ahogada esperanza en los que la banda terrorista ETA se apropió de los últimos días de la vida de un concejal de Ermua, Vizcaya/Bizkaia.

Las imágenes del reloj, dando las cinco de la tarde, hora de finalización del ultimatum, son estremecedoras incluso hoy. Creo que lo serán siempre. A cada campanada pensamos que se iba la vida de la víctima. A cada campanada se hace más fuerte la agonía, más débil la esperanza.

Entonces no pensábamos que las cosas pudieran llegar a semejante nivel, al menos yo. Si yo fuera alguien que lucha por la libertad política de su pueblo y por alguna razón pensase que la lucha armada estuviera justificada, creo que no habría tenido los cojones de pegarle un tiro a alguien arrodillado, de espaldas, con un tiro previo pero consciente.

No sé, no me parece lo mismo, desde el punto de vista psicológico del asesino, poner una bomba, que pegarle un tiro a alguien por ahí, que retener a alguien con la idea clara e inamovible de ajusticiarlo sin piedad ni miramientos.

Esperar hasta la hora señalada y matarlo.

Creo que nunca hubiera podido hacerlo. No comprendo, dentro de los límites de lo incomprensible, cómo lo hicieron.

Un tiro, cae, de rodillas, pero no muere. Da igual, no importa, otro.

Y aun así, lo encontraron con la vida insuficiente para albergar esperanza alguna.

Murió.

De eso hace ocho años y acaba de terminar el juicio del caso. Los aún presuntos autores del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco ha estado impasibles en el juicio, dentro de la jaula de cristal en la que se encontraban recluídos a la vista y oído de todos. Como si la cosa no fuera con ellos.

Es una verdadera pena que haya gente con esa frialdad. Claro que es lo que se les supone a los soldados. Probablemente una frialdad y una claridad de objetivos semejantes serían la envia de los Navy Seals, pero el mundo real donde no hay bajas sino vidas cortadas, esa actitud es totalmente inhumana.

En aquellos duros momentos, el presidente del país tuvo en sus manos la vida de un hombre y la negociación (en realidad exigían el acercamiento de los presos, pero bueno, para su caso es lo mismo) con terroristas (en el sentido más pp-riano del término) en la otra. Y nadie puso en tela de juicio su decisión.

La familia aceptó el sacrificio como parte de la maldad de unos sin preguntarse si se hubiera podido hacer algo, aunque fuese hablar con quien no se quiere, para evitar la pérdida. Creo que yo no lo habría aceptado. Es fácil hablar de no negociar con terroristas cuando no es tu familiar quien va a morir, y creo que nunca se lo habría perdonado ni a unos ni a otros. Negocia lo que haga falta para salvar la vida de mi ser querido y luego haz lo que se te ponga.

No sé, es un tema demasiado espinoso, supongo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

De todo tu post me quedo con tu comentario acerca de qué es lo que debe pasar por la cabeza de los familiares de las víctimas cuando comprueban que "les ha tocado a ellos".
En el momento del asesinato, del secuestro, se les pide que sean fuertes, que el estado no puede hacer concesiones a los terroristas. Y en un momento como el actual, en el que se va iniciar una negociación, resultan incómodas.
Merece la pena intentarlo para que nadie más vuelva a pasar por lo que ellos pasaron, pero ¿qué lugar deben ocupar las víctimas y sus familias en este proceso?

Anónimo dijo...

Esta vez no estoy de acuerdo al menos no en todo, a alguien que te pide haz esto o le mato nunca le puedes obecedecer, nunca,

otro tema es que ahora SI es el momento de negociar, no se muy bien el que, pero hay que hablar

Gorka dijo...

kirikik, creo que eres mi alma gemela... no puedo estar más de acuerdo.

Parece ser que está bien pedir que sean fuertes cuando ocurren las desgracias, pero ahora dicen algunos que no es momento de pedirles que lo sean. Creo que es mejor ser fuerte para seguir adelante que para soportar el hecho de que alguien decidió que esa víctima debía morir.

Y, Javi, dices que nunca se le debe obedecer, me parece muy respetable, si es tu decisión. Aquí lo que planteaba es que alguien (el terrorista o el que se niega a hacer algo para salvar su vida escudándose en el frío "no se negocia con terroristas") lo decide por ti.

Si alguien me chantajea, soy libre de decidir lo que quiero hacer para enfrentarme a ello. ¿Por qué la sociedad debe imponer a una familia la muerte de una víctima si no lo desea?

Se pide tener en cuenta a las familias de las víctimas ahora, pero , en el caso de M.A. Blanco... ¿se le pidió opinión acerca de qué hacer?

Un saludo y encantado con el comentario.