Malos padres II

He oído esta frase entre los padres y madres con quienes me he tenido que relacionar en los últimos tiempos tantas veces que ya he perdido la cuenta. Prácticamente la totalidad de quienes la dicen o la escuchan están de acuerdo y no piensan siquiera en la posibilidad de que no deba ser así.

Nadie quiere que su criatura sea un/a quinqui que vaya repartiendo tortas a diestro y siniestro, claro, PERO (y aquí una vez más todo lo que va delante de un "pero" no vale para nada...) menos aún querrían que su criatura fuera víctima de cualquier tipo de "ataque". En general, en realidad, la cuestión no es tanto no hacer sufrir a nadie, sino no sufrir uno/a.

Aforismo. Dogma.


Tú no pegues, pero si te pegan, defiéndete.

Y no estoy de acuerdo. Soy mal padre. Otra vez.

Este verano Aysha ha ido (acabó ayer) a unos "campamentos" (si se le puede llamar así a una reunión de niños y niñas durante las mañanas de julio). No es que fuera una actividad nueva como tal, sino que esta vez, en lugar de reducir su universo a quienes ya conoce (aunque sea de vista) de su colegio, ha ido a unos campamentos organizados por el ayuntamiento. Así pues, se ha tenido que enfrentarse (literalmente) a niños y niñas de otras edades, otros colegios, otras realidades sociales, otras vivencias, otras culturas; en definitiva, todo un nuevo universo a su alcance para ampliar el que siempre ha conocido. Todo un reto... como padres gestionar esto.

Como lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida, ha venido con chistes malos de Jaimito (ha ampliado su colección...), alguna palabrota que otra, alguna que otra actitud macarra de vez en cuando, y una situación que resolver, de esas que el "dogma defiéndete" resolvería sin problema.

Aysha hizo una nueva amiga. Un día se llevó un chupa-chups para después del hamarretako, y su nueva amiga se lo pidió. Bajo pena de dejar de ser su amiga. Y se lo dio.

Volvió a casa llorando porque su amiga le había "quitado" su chuche. Aprendió lo que es la coacción, y no supo como enfrentarlo. Sufrió un ataque, y no se supo defender.

Su madre le hizo ver que se habían aprovechado de ella, y fue a pedirle explicaciones a la nueva amiga de Aysha (que es un par de años mayor, físicamente, quiero decir). Prometió darle un chicle a cambio al día siguiente como contrapestación. Y le dijo que en lugar de llorar, se tenía que defender. "Yo ya me defiendo", defendía. No tenía sensación de haber hecho nada malo, simplemente actuó como supongo actúa como siempre, esperando cierto "kung-fu" de defensa contra defensa, hasta que se dilucida, sin siquiera alterarse, si le daban el chupa-chups o no.

Al llegar a casa, le explicamos, mientras las lágrimas le caían por las mejillas, que ante cualquier situación, siempre, SIEMPRE, debe hacer lo que ella quiera hacer. Da igual lo complicada que sea la situación, ella decide. Y eso es lo verdaderamente importante. Si decide darle el chupa-chups a alguien, o no, es ella quien debe tomar (y asumir) su decisión. No importan las circunstancias. Ella decide.

- ¿Y si ya no quiere ser mi amiga?
- Entonces ya no es tu amiga; una amiga no te hace eso, así que no tengas miedo de perderla. Y si al día siguiente volvéis a jugar como si nada, es algo que ha pasado y ya está.


Toda esta vivencia me ha dado que pensar. Si ya antes no estaba de acuerdo con el dogma defiéndete, tenía frente a mí la oportunidad de elevar ese pensamiento al nivel de "principio". Y tenía algo que perder para contrastarlo: un chupa-chups que mi hija había perdido.

Tal y como yo lo veo, desde hace lo suficiente, ojo por ojo el mundo acabará ciego. En el fondo, el dogma defiéndete tiene algo de esto. Si te sacan un ojo, no te dejes sacar el otro, sácale tú uno al que te lo ha sacado a ti.
En mi mundo, sacarle un ojo al otro no te devolverá el tuyo, así que mejor vete al hospital a ver si pueden arreglarte antes de que sea tarde, y después denuncias el hecho ante la autoridad competente.

No entiendo que no se le explique esto a las niñas y niños. El dolor ajeno no curará el tuyo.

Porque inevitablemente ocurre lo siguiente. Indudablemente. En el 100% de los casos que he visto de conflicto entre humanos de esas edades (7 años ahora).

- Ha empezado ella.
- Ella me ha hecho otra cosa antes.
- No es verdad.
- Sí lo es.

sería el resumen de cualquier juicio de patio ante un padre o una madre.

Es decir, no importa el hecho a juzgar (una patada, un insulto, un empujón, lo que sea...), importa quién se estaba defendiendo de quién. Si empezaste, es que atacaste, si no, "sólo" te defendiste. Y eso te exime de toda culpa. Eres la víctima. Concluyo mi alegato señoría, se puede leer en la mirada de quien se sabe ganador/a.

Y, por su puesto, nada importa que un empujón fortuito en el patio haya sido respondido con una patada en la cara. La víctima, como un cliente, siempre tiene la razón, hasta cuando la tiene.

La reacción siempre está justificada, la acción nunca. Leyes de patio. Leyes de padres y madres que asumir por la chavalería. Porque, seamos honestos, aplican lo que viven, lo que se les enseña. Y es lo que aprenden. El que se defiende, gana.

Y llegamos al quid de la cuestión. Cuando un dogma se espeta así sin más ante una mente a la que hay que darle todo mascadito para que lo pueda digerir correctamente, sin más contexto, ocurre que se los mensajes se pervierten. Y se retuercen. A voluntad. De quien lo dice.

- Oye, que me has pegado.
- Es que me has insultado primero.
- ERROR DE PROCESAMIENTO: no esperaba una contrarreacción, pensaba que pegar estaba mal en todos los casos, pero resulta que si me hacen algo, entonces puedo sacudirle a alguien y luego ponerle una razón delante de la cara como los del FBI cuando entran a la casa del malo con una orden de registro. Noted!

Y la próxima vez que quiera pegar a alguien, simplemente necesitará buscar una excusa. Es que eres tonto, es que me ha mirado mal, es que no juega conmigo, es que no me deja en paz, es que es negro. No importa qué, sólo ten algo en mente.

Y como mucho, constatado empíricamente, que le podrá pasar ante un juicio de patio con un adulto, será que, cuando la defensa haya sido desproporcionada, o la causa no se justifica como un ataque es algo así como:

- Pero por eso no hay que pegar.

Y santas pascuas. Ni por asomo el mismo énfasis con el que llega el mensaje del dogma defiéndete, por supuesto.

En este contexto, la amiga de Aysha pudo escudarse en el hecho de que Aysha no le quisiera dar un chupa-chups. Este hecho es un ataque porque no ocurre lo que ella quería. Así que tenía vía libre para "defenderse", de una manera más evolucionada de lo que Aysha había vivido hasta ahora, con una amenaza: no jugaré contigo si no me lo das.

Aysha, ante este (sí) ataque, no supo defenderse. Porque nunca le hemos dicho que se defienda. Porque soy un mal padre.

Hace unos meses le hice una pregunta con la esperanza de dejarla descolocada (un juego que me encanta practicar con ella):

- Aysha, ante la disyuntiva de prepararte para un mundo de mierda, o evitar que haya un mundo de mierda, ¿qué preferirías?
- Que no haya un mundo de mierda! - gritó con alegría sin dudarlo un segundo.

Me descolocó totalmente.

El dogma defiéndete prepara a las niñas y niños para un mundo de mierda en el que se les predispone que algo malo les va a pasar.

Me hice la promesa a mí mismo de hacerle caso a Aysha y tratar de evitar que haya un mundo de mierda. Por eso tuvimos una buena charla en el que, más que el dogma defiéndete, hablamos de todos los condicionantes (no sólo "sentirte atacada") se deben dar para poder siquiera poder empezar a defenderte (y cómo hacerlo).

Porque un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

Y como mal padre, no me queda otra que tenerlo en cuenta.