De Compras

Hace un par de semanas, un viernes cualquiera de esos que salgo a las 15:00 - 15:30, mi mujer vino a Bilbao con la intención de pasar la tarde más o menos tranquilamente; entre tiendas y libros, entre cafés y paseitos por la Gran Vía.

Inevitablemente, acabamos en una de esas tiendas parte de enormes franquicias con sede en cada lugar en el que haya más de 5 mujeres en menos de 50 metros a la redonda. No sé cómo lo hacen, pero hay una siempre que se junten más de 10 mujeres. Supongo que las franquicias son baratas, porque salen como champiñones siempre que se abre un nuevo centro comercial; en general, siempre que se consigue juntar a mujeres en un lugar (sea por cines, por comidas, supermercados, lo que sea...).

¿Para cuándo un Pershka a lado de los gimnasios? Fíjate, ese pantalón tan chulo que no te entraba, ahora, tras dos horas de duro trabajo sobre una cinta de esas que te hacen vibrar el culo, te entra no sólo ese, sino una talla menos! Menuda sinergia...

- No te entra esta ropa? entra al gimnasio!
- Sales del gimnasio? mira a ver qué te entra ahora!

Creo que no estamos lejos de esto. Sobre todo, porque "de compras", he visto un par de cosas que me han hecho reflexionar en lo que ha cambiado esto de gastarse la pasta "de tiendas".

1) Tienda archiconocida. Niñas se pasean atacando con su escote a todo aquel que ose posar su mirada en ellas. No tan niñas pasan de un lado a otro con ropas que dejar en los estantes o llevar para que se la pruebe una potencial clienta: las dependientas.
Y así, sin pensarlo, de repente caigo en ello.
Eso que hay en el medio de la tienda, eso que no está mirando ropa, ni tan siquiera moviendo la cabeza no es un maniquí, no. Se trata de una señora en una silla de ruedas, literalmente aparcada mientras, supongo, sus familiares se pasean por el piso de arriba. La pobre tiene la mirada tan perdida como yo.

2) Otra tienda, siguiendo el faro que ilumina el camino para no perderse ahí dentro, no sabiendo donde mirar para no parecer un degenerado vicioso que va de tiendas para ponerse morao a ver niñas (eh!, que voy con ella! no necesito venir aquí para ver una chica con más resolución que 1024x768, qué te crees!?!), me da por pensar si los gays pueden tener la suerte de no ir nunca de compras a tiendas de chicas. Tras un segundo de envidia, pienso en la cantidad de amigas que puede tener un gay. Inmerso en estos pensamientos, la mirada se me cruza con otra similar. Alguien va detrás de su hembra, igual que yo, asintiendo u opinando a cada gesto de la reina de la manada. Otro alguien, igual que yo, perdido en el espacio-tiempo y que a duras penas responder a mi efusivo saludo.

Es una de esas situaciones en las que cuatro personas se encuentran y sólo dos se conocen a medias. Raudo y veloz saco un tema común, blogs: core dumped salvado :)
Ahora, soy poseedor de la verdad, he visto a la novia de Héctor.

3) Adivinad, sí, otra tienda, Fara. Esta vez llama poderosísimamente mi atención un chavalillo de unos 15 años (o menos). El pobre va vestido con una camiseta rosa con un cocodrilo verde que en mis tiempos le habrían supuesto unas cuantas tobas en el recreo. Me apiado de él, y pienso que su madre no andará lejos (esa camiseta se la ha comprado su madre fijo).
Pero no, ante mi estupor, veo alucinado que el buen chaval es sólo parte integrante de un grupo de tres (llega a cuadrilla?) que están de compras... SOLOS! Todos ellos llevan diferentes versiones de cocodrilos en sus pecheras (distintos colores, menos mal), y el pelo "a lo OT". Al parecer, están disfrutando de una tarde de compras, y nuestro rosáceo protagonista no es más que el acompañante de quien va a por unos pantalones.
En mis tiempos, tres chicos nunca habrían ido de tiendas por voluntad propia, como mínimo debía haber una fémina de por medio (las madres cuentan...).
Reflexiono, tras el shock, y me pregunto si es normal que a mis treinta pasados nunca me haya comprado unos calzoncillos; regalos navideños y ocasiones especiales suelen ser más que suficientes... ¿es normal?

Las cosas han cambiado tanto desde que llegó OT, la metrosexualidad y el siglo XXI... por primera vez me siento como Brooks, el de Cadena Perpétua.

Entre ciclistas y bicicletas

Dejemos las cosas claras desde el principio: Odio el ciclismo.

Bien, tras este desahogo mañanero (escribo esto en el tren de ida a mi día de guardia), dialoguemos.

Resulta que por aquí, con eso de que hay montes y sidrerías, era inevitable unificarlos para no terminar todos hechos (más) unas bolas andantes. Es decir, para poder seguir comiendo, se hace necesaria una manera de quemarlo todo, y por aquí, digo, se sube uno a una bicicleta. No son pocos los casos de personas que conozco que se han dejado lo de debajo de la piel encima de una bici, sudando la gota gorda (eliminándola de paso...) entre subida y subida, pensando el siguiente chuletón que se va a poder meter entre pecho y espalda. Tengo la sensación de que es una manera de "ganarse la comida", que es otra de las frases típicas cuando un grupo consigue llegar, tras seis horas de ardua caminata montañera, de nuevo a la civilizacion. Es curioso como muchos restaurantes y baretos varios se encuentran en lugares aparentemente aislados de todo pueblo, en medio de cuatro campas... en lo alto o en camino de un alto de un monte.

Por otro lado, obviamente, está la afición nacida desde la cuna, donde ilustres ex-ciclistas (por retirados, digo...) han forjado entre los más jóvenes de sus generaciones una veneración por el esfuerzo realizado, la épica del hombre contra la carretera y las azañas de un vasquito de a pie codeándose con belgas, italianos o americanos (como si por el mero hecho de ser belga ya nacieras con una bici entre las piernas).

Tengo un primo que cayó embelesado por las pedaladas de Fignon, Lemmond, Hinault, Perico Delgado. Yo mismo, tengo que reconocerlo, me sé más nombres de ciclistas de los que puedo identificar por caras. Supongo que horas y horas de bombardeo televisivo con toda la familia siguiendo el Tour o el Giro mientras pensaba en mis cosas ha sido como el humo del tabaco de los fumadores pasivos. He sido, si lo pienso, un aficionado pasivo en este sentido.

En fin, que mi primo siempre ha sido de bicicleta; pero no ha sido el único. En mi vida laboral también me he encontrado personas que, con una altura más que digna para hacer lo que les diera la gana en baloncesto, prefieren pasar sus ratos de ocio-deportivo-activo desafiando a una cuesta del 12% armados con una mountain-bike de 3000 euros. Por suerte, no soy el único raro (para variar) y he encontrado, también, gente más allá de mi imaginación que piensa que, directamente, el ciclismo lleva a la muerte.

Sí amiguetes, tren directo a la muerte, con salida en el ciclismo y parada obligatoria en el dopaje.

Y aquí llegamos a otro punto interesante porque, seamos serios, en estos últimos tiempos, siempre gana el que consigue doparse sin que le pillen. ¿Cómo se sigue explicando que siempre haya uno y SOLO UNO por encima de todos los demás? Repasas el Tour de los últimos 15 años y ¿cuántos ganadores distintos ha habido? Me digan misa...

Odio el ciclismo.

Si todos lo hacen, pues mira, oye, directamente se ponen reglas al respecto y nos dejamos de hipocresías; gana el que mejor se droga, ale, listo.

Pero mira tú por donde, habitando en Durango donde habito, me encuentro, en dos días más o menos seguidos con que:

1.- Desayunando un colacao y una palmera de coco compartida me toca las narices el trío de esa mesa, dos rubias y un cincuentón, que no acaban de dejar libre el periódico de la cafetería. Con un poco más de detalle, veo que se trata de JULIÁN GOROSPE! Joder, vaya crack! Si mi primo estuviera aquí...

2.- Esta semana estoy "de guardia", lo que significa que entro a las 11:00. Cojo el tren de las 9:40. Adormilado, salgo del portal, giro para seguir hacia el norte y por la rampa de los garajes veo a... a... dios! pero si es él! El más grande corredor vasco de todos los tiempos, saliendo de mi garaje! Por esa rampa he salido yo con la bici (sufriendo mucho, pero he salido) y ahora veo salir a... MARINO LEJARRETA! Cágate lorito, flipa, mi primo se caería de culo.

Con estos dos encuentros en menos de una semana, creo que voy a reconciliarme (un poco) con el mundo del ciclismo, y animarme (mucho más) a seguir con el spinning... Estoy, literalmente, dando pedales "al lado" de estos dos :-D

Promesas Incumplidas: jibarra

Hace muchos, muchos posts, cuando llegué a postear tres veces al día, hablé de lo importante que una figura fue para el desarrollo de este blog. Hablaba acerca de los orígenes de Incómodas Verdades y de cómo siempre es necesaria esa otra figura en la sombra, un Pepito Grillo pesado y tocapelotas para que todo siga adelante.

Figura, por otra parte, que nunca he podido ser personalmente salvo en mis tiempos de "zimatero" (qué chunga es la nueva web...) en la Facultad de Ciencias, donde sustituir el aula de ordenadores por el habitáculo de los ordenadores fue tan natural como un tinto de verano... en verano.

Pero ahora no. En la experiencia laboral que me ocupa el tiempo ahora, en un entorno de "no hay jefes; todos somos jefes; sé tu propio jefe; a todos nos toca ser jefe" tremendamente duro de inculcar en la mente de todos los involucrados, sólo me faltaría que mi mujer tuviera un horario aún peor del que tiene e instalar el PES2009 en el equipo del trabajo para que la oficina sustituyera a mi salón. Por suerte, quiero disponer de tiempo para todo, y las prioridades permanecen claras en este sentido.

Y mira tú por donde, dos cuestiones tan aparentemente diferentes (por no parecerse, no son ni contradictorias) como una figura de empuje en una actividad y un seguidor de este blog, han convergido singularmente en una persona: aquella que comenta últimamente como jon (jibarra en el argot de este blog).

Resulta que en horas de guardia, donde el silencio sólo es roto por el tecleo de ordenadores, surge el brote de una semilla germinada intermitentemente por Ismael Serrano.

Resulta que, en estas horas de palique de todo un poco, desde los jefes de la empresa, hasta este mismo blog, pasando por el bueno de Isma, se ha forjado el inicio de lo que podrá ser una bella amistad, cimentada, admitámoslo, en un par de palmeras de chocolate de la pastelería más famosa de Santurce.

Tras desglosar varias canciones de nuestro cantautor favorito como en un comentario de texto, y de arreglar los vaivenes de la actividad diaria de la empresa, veo con agrado que encima cumple la promesa de pasarse (y comentar!!!), con lo cual, como un Sabina cualquiera, yo que siempre cumplo un pacto, cuando es entre caballeros, le tenía que escribir este post.

Va por ti, maestro, a ver si me sirves de nuevo abono, recogiendo el testigo de aquel que tanto (y tan bueno) hizo por este blog.