De la Tierra a la Luna

Sí, el libro, sí. De Julio Verne, sí. Que sí, que es de esos que se leen con 14 años, que ya lo sé... pero es que no me quedaba otra opción que echarme al bolsillo cuando terminé el anterior libro (Un Mundo Feliz).

No tuve tiempo de pasarme por la biblioteca, y en la estantería afloraba este viejo regalo de alguien que desde luego no podía haber elegido otra novela más acorde a su personalidad.

Ajusté el tamaño del libro al bolsillo de la gabardina y en el autobús empecé a deleitarme con esta historia que no había estado entre los que leí de Verne en mi preadolescencia.

Tengo que reconocer que, a pesar de no estar a la altura de 2000 Leguas de Viaje Submarino o de Viaje al Centro de la Tierra, me ha gustado el libro. Tiene menos chicha que esos otros dos ejemplos, pero no deja de ser un manual de cómo enviar un artefacto hasta la luna en tiempos en los que las pistolas dominaban el oeste americano (bueno, aún lo hacen, pero me pilláis la idea...) y a los hermanos Wright les quedaba un poco para siquiera, nacer.

Dentro de todas las cuestiones que trata el libro, desde la posición de la luna respecto de la tierra, calcular cuándo estará creciente y en el cénit, hasta cuánta pólvora es necesaria para meter semejante petardazo, o la lente que habría que usar para poder ver un objeto de 9 pies en la superficie de la luna, no he podido dejar de fijarme en algo en lo que no había caído.

Ni tan siquiera los años de universidad en los que la relatividad y la cuántica pasaron por la cabeza de este humilde servidor (creo que por eso en mi cabeza cada vez crece menos hierba...) fui consciente de este hecho que se me ha revelado en una novela de aventuras.

Y la cuestión es.

Por (casi) todos es sabido que la luna tiene una cara oculta. Bien por medios astronómicos o por la letra de alguna canción de éxito pasajero, (casi) todos hemos oído hablar de la cara oculta de la luna. Pues bien, si la luna tiene una cara oculta, es porque tiene una cara que no se muestra nunca, lo cual, es como decir que siempre muestra la misma cara.

Es decir, siempre vemos el mismo trozo de superficie lunar, el que está mirándonos, a su vez, a nosotros.

Esto, que puede parecer tan normal, tiene debajo, y aquí está el dato que nunca había tenido en mente, un sorprendente hecho de la naturaleza.

Cuando algo gira en torno a otra cosa, se dice que tiene un período (como las mujeres...), un tiempo que tarda en completar una vuelta.

Cuando otro algo gira sobre sí mismo, el concepto se aplica igualmente, y se mide el tiempo que tarda en dar una vuelta completa sobre sí mismo.

La luna, tiene estos dos movimientos (y alguno más...) que, combinados perfectamente, hacen que siempre veamos la misma cara: los dos períodos son exactamente iguales.

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Es decir, a medida que la luna gira en torno a la tierra, gira también sobre sí misma a igual ritmo, de modo que siempre nos da la misma cara.

Es como Van Damme se está sacudiendo con otro y se mueven uno en torno al otro mirándose a la cara...

Bueno, pues que dos cosas que en principio no tienen nada que ver sean PERFECTAMENTE iguales. Cualquiera que haya estudiado la naturaleza en cualquiera de sus campos, sabe que si algo es jodido de encontrar, es algo perfecto. Tanto para lo bueno como para lo malo, encontrar algo perfecto en alguna propiedad o característica es realmente imposible.

Pues bien, el movimiento de rotación y traslación de la luna son PERFECTAMENTE iguales. Una mínima variación, la que fuese, haría que a la larga se mostrase como un desfase apreciable. No la hay.

Alucinante la casualidad... o no?

¿Será una prueba evidente de la existencia de un creador? ¿O sólo un guiño de la madre naturaleza a lo excepcional de nuestra condición humana?

2 comentarios:

Tío Rubo dijo...

Hay una teoría según la cual, la Luna es hija de la Tierra.

Me explico: Mientras la Tierra gira sobre si misma una vez cada 24 horas y alrededor del sol cada 365 días y 4 horas, la Luna tarda unos 28 días en su movimiento de translación y 365 días y 4 horas en completar su movimiento de rotación, con lo que su giro está acompasado perfectamente con la translación de la Tierra.

Esto sugiere la posibilidad de que la Luna pueda ser el resultado del desprendimiento de una parte de la propia Tierra en su más temprana infancia, probablemente a causa del impacto de algún cuerpo celeste de gran tamaño.

A mi me parece razonable. Un saludo!

PD. Acabo de caer en algo. ya te contaré

Gorka dijo...

Ya había oído eso que comentas de que es posible que fuera un trozo de Tierra, en el sentido más estricto de la palabra...

Espero con impaciencia eso en lo que has caído... espero que no te hayas hecho daño ; )

jejejeje

Salu2!