Un alemán en Auschwitz

Ver pasear a un alemán por Auschwitz debe de ser toda una experiencia.

Sobre todo porque según la época que sea, las cosas cambian radicalmente. No es lo mismo ver a un alemán con cara de pocos amigos, rifle en mano y vestido de militar, allá por los años cuarentaitantos, que a otro con una camiseta y coleta hippie sufriendo por lo ocurrido allí en la actualidad.

Tampoco es lo mismo si se trata de una persona anónima que va a ver dónde obligaron a su abuelo a gasear a semejantes que si se trata del líder del partido neonazi que va a ver lo buenos que fueron los tiempos pasados.

Las cosas, cambian, las percepciones, cambian.

Por eso, al ver a este alemán mundialmente conocido, paseando con cara de pocos amigos, recordando el horror que se debió vivir allí, no he podido sino sentirme de acuerdo con su acción.

Se trata, imagino que todos los saben, de Ratzinger (a.k.a Papa Benedicto XVI).

Reconozco, como ya he dicho, que me ha impactado que un Papa, alemán para más señas, se haya paseado por las calles de semejante lugar, y se haya atrevido a hacerse la pregunta que muchos seguramente se hicieron cuando estuvieron allí en otras circunstancias: ¿por qué has callado?

Dicen que es una pregunta a su jefe, a Dios, pero yo me lo interpreto a mi manera como una forma de preguntarse dónde narices estuvo la iglesia para condenar mucho antes todo esto, y qué hicieron para evitarlo.

Puede que sea una visión libre del evento, una interpretación mía más allá de lo que la realidad presenta, pero lo prefiero a tener la sensación de que se trata de una maniobra publicitaria.

Desde que se metió con el líder de los Legionarios de Cristo a cuenta de los supuestos abusos a menores (aunque la pena debe ser judicial, más que espiritual, digo yo), este Papa ha empezado a caerme bien.

Este gesto en Auschwitz, de pedir cuentas a Dios, me acerca más a él; más de lo que hubiera imaginado, y más de lo que esperaba que pudiera pasar.

¿Me estaré catolizando?

Tal vez, no lo sé, no lo creo, supongo que, simplemente, reconozco que me ha llegado que al fin el máximo representante de la iglesia* haya hecho algo que me parece bien y realmente necesario.

Al fin se preguntan dónde estaban... ¿se lo volverán a preguntar alguna otra vez?

*:sigue sin merecerse la mayúscula, a pesar de todo