Cada día más

Acaban de salir del horno, bien calentitos, los resultados del padrón a día 1 de enero de 2006. Obviando el hecho de que tiene pelotas que los resultados tarden casi siete meses en ver la luz (el censo fue uno de los problemas resueltos por la informatización allá por el fin del siglo XIX, en los USA, claro), los resultados son interesantes.

Lo primero que se aprecia es que somos más, más de 44 millones de almas (alguna menos si quitamos a los desalmados...) conviviendo en los mismos 504.000 kilómetros cuadrados. Supongo que eso significa que estamos un poco más apretados, y puede que por eso a algunos les parezca mal que casi un 9% de la población CENSADA, sean de origen extranjero.

Se habla también de cerca de un 3% de inmigrantes en situación irregular / ilegal / olvidados del mundo. Pero empadronados, lo que no deja de ser curioso, ¿no?

Y con este tema de los empadronamientos, a lo que me he tenido que enfrentar cuando me cambié de localidad, provincia, y equipo de fútbol mayoritario en mi entorno, he recordado casos como el de Castro, en Cantabria.

Resulta que en Castro vive un huevo de personas que trabajan en Bilbao y alrededores. Normalmente, esta gente se dedica a especular con las viviendas, que aún no están al nivel de precios del Gran Bilbao, de modo que siguen empadronados en sus pueblos de origen.

Esto hace que, en cierto modo, sean ciudadanos irregulares de Castro. Más que nada porque el dinero dedicado a infraestructuras y demás, como el servicio de recogida de basuras, por ejemplo, van en función de los habitantes de cada municipio. Y claro, en Castro nos encontramos con que oficialmente viven X personas cuando en realidad viven como 2X...

Con lo cual, los vecinos empadronados se ven invadidos por hordas de extraños que no aportan lo suyo a la comunidad, pero sí que hacen uso de lo pagado por ellos. Pero, por si esto fuera poco, lo peor es que los servicios se ven desbordados por tanta gente, y la calidad de los mismos disminuye hasta el cabreo de los lugareños.

Es por esto que no comprendo que haya quien se queje amargamente de la cantidad de extranjeros que, cada día más, pueblan en estas tierras.

También por la tradición emigrante de este país de amnésicos que olvidan a tantos y tantos que fueron a ganarse las alubias a Alemania, Holanda, Francia...

Las películas de Alfredo Landa ofrecen un infiel reflejo de aquella realidad tan olvidada en estos días de bienestar.

Hoy, somos un país importante, no importancia, sino de importación. La gente viene al país. Algunos seguirán camino a Europa, otros se quedan. Si los que se quedan forman parte del país igual que los demás, ¿qué mal hay en ello?

Sobre todo cuando hay partes del país que mantienen su demografía a base de inmigrantes y flujos migratorios, legales o no.

El País Vasco es una de las comunidades que no destaca por su porcentaje de extranjeros. Será porque no les tratamos mal, al menos comparado con el resto de comunidades, o porque aún hay oportunidades, al menos comparado con el resto de comunidades, o porque aún no son los suficientes para que les tratemos mal, al menos comparado con el resto de comunidades.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, en cuanto a inmigración, en mi pueblo damos un poquito más de asco:
http://www.laregion.net/content/view/15739/

Y no sólo en eso. Basta con ver la noticia que sale al darle a siguiente en esa misma página:

http://www.laregion.net/content/view/15732/

Gorka dijo...

Hola!

será porque Galicia ha sido el paradigma del emigrante, ¿no?

Gallegos los hay en todo el mundo, dicen, pero casi que precisamente por eso debiera conocerse en todo el mundo.

:D

El tema de la pasta, claro, siempre influyente, es lo que tiene.

Salu2!