Nata soy

No, no es que sea la leche y esté hirviendo, no, por ahora no me he convertido en nata.

Se trata de una novela llevada al teatro y que ayer tuve la alegría de disfrutar.

El cartel de la obra...

Se trata de un montaje teatral con muchos rostros conocidos de la tele y que entra como un elefante en una cacharrería en los entresijos más profundos de la cúpula de la multinacional más antigua del mundo: la iglesia de Roma.

La vida vaticana mostrada con total irreverencia y sin pudor ninguno. Alguna pizca de humor, muy bien puesto, y largos monólogos que conforman el contexto de la obra en una historia donde todos son lo que parecen y nadie esconde sus intenciones de, básicamente, llegar a ser Papa en lugar del Papa.

Intrigas, desmanes, movimientos en la sombra, traiciones... el pan nuestro de cada día, nunca mejor dicho, entre las paredes de una santa sede que en realidad parece una sede Satán...

Sin tratar de contar aquí todo lo que se puede contar, la obra de teatro muestra los deseos de ser Papa de todos menos del propio Papa, harto de las responsabilidades y cargas de su carga y en perpetua búsqueda del lado más humano de su persona. Lado que comparte con el protagonista, un fraile franciscano sin pretensiones que llega a Roma tras escribir un libro sobre el maligno y al que le encargan la tarea de decidir si el Papa está poseído o no.

El montaje es la mar de sencillo, con una mesa y efectos de luces y sonido como escenario, pero más que suficiente en una obra donde los actores llenan de sobra el mismo.

Buena actuación de todos ellos, sobre todo de aquellos que llevan más el peso de la historia. Me sorprendió Alfonso Lara que en UPA no me parecía especialmente bueno y aquí se curra una actuación interesante.

Decir que tuvimos la suerte de encontrarnos al grueso del reparto en un bar de al lado del teatro, formando un grupo de cinco o seis caras conocidas entre las que, para mí, resaltaba una.

Me quedé con las ganas de haber gritado Aupa Fermín!!! en los aplausos finales.