Mis Vacaciones
Hoy toca uno de esos aburridos posts en el que voy a hablar de mí, de mi persona y de mi mismo. Y lo voy a hacer hoy antes de que se me olvide todo lo que he hecho (y se puede contar) este verano.
Todo empezó un bonito día de agosto. Viernes él, para más señas, estuve ese fin de semana en mi pueblo, con quien comparto dos séptimos de semana conmigo habitualmente, recuperando el tiempo perdido durante el año. Además, aprovechamos para que aquella pareja que se casó en este blog nos contara sus aventuras de luna de miel y nos enseñara los millones de fotos que se generan en estos eventos. Confieso que también nos aprovisionamos de unos cuantos documentos audiovisuales para pasar el verano ;)
Fue un fin de semana de lo más normal, pero quieras que no, el domingo ya fue diferente, porque no estaba pensando en meterme pronto a dormir (o no al menos para ir a trabajar).
Ese lunes empezaron realmente las vacaciones.
Fuimos a un pueblo perdido entre las montañas en el parque natural del Moncayo. Creo que por allí Cristo perdió el mechero, debajo de Tudela, pero encima de Soria, a la izquierda de Zaragoza y a la derecha de Logroño. Calor seco, tranquilidad buscada y buena compañía, poco más podía pedir. Bueno, tal vez hacer algo de provecho, pero es que como fuimos a ver muebles, pues también tenemos ese cupo lleno.
Hacia el 16, cuando ya había pasado el suficiente tiempo como para no saber en qué día de la semana estás y la marca blanca del reloj en la muñeca va desapareciendo, nos fuimos a la capital del imperio. Madrid no es una ciudad que me fascine como otras, pero tengo que reconocer que tal vez antes la había visto como otra ciudad más. Esta vez me puse los ojos de turista e imaginando estar en París o Londres la disfrute más. Fueron tres días, pero bien aprovechados.
Hicimos una escapada a Toledo, recomendada por una lugareña, y la verdad es que la descubrí. Había estado de pequeño, pero entonces estaba más preocupado de ver Oliver y Benji o Los Caballeros del Zodiaco que de ver rollos medievales en una ciudad con cuestas. Esta vez, también con los ojos de turista, la vivimos más majamente. Hacía mucho calor, pero callejeamos por las tres culturas que convivieron en el medievo por aquellos lares. Nunca antes los cristianos, los musulmanes y los judíos se aguantaron tan bien... y puede que nunca después.
Yo saqué una foto casi igual
Sacamos un huevo y medio de fotos, paseamos por la historia, vimos la tienda de bicis de Bahamonte y nos fuimos sin pagar de un parador nacional (fue sólo una ronda, no os vayáis a pensar). Y compramos souvenirs: una daga de acero toledano, una figurilla del Quijote y demás, aunque casi nada para nosotros.
Muy recomendable Toledo, oye.
Después, de vuelta al Moncayo, parando en Medinacelli, Soria.
A mí me sonaba que por allí debía haber un cristo, pero parece que no es así. Se trata de un pueblo de lo más normal, si no fuera porque cuando empiezas a subir una cuestecilla (todo lo interesante de la época medieval está en lo alto de colinas) llegas a la ciudad vieja. Muy chula también, oye, con varios garitos para degustar el buen yantar de la región.
Jugamos al tenis, anduvimos en bici, anduvimos por caminos polvorientos, dormimos como troncos, dormimos siestas, vimos pelis legal e ilegalmente, pero sobre todo exprimimos el tiempo.
Y así hasta un par de días antes de volver, que siempre me cuesta mucho y prefiero ir aclimatándome y haciéndome a los horarios.
El último fin de semana fue el peor. Ya sabes en qué día vives y el reloj vuelve a encadenarte la muñeca. Todo lo que no habías echado de menos vuelve y te devora.
De todos modos, este fin es en realidad un nuevo principio, porque voy a tener un mes de septiembre la mar de movido. Pero como decían en Conan, eso es otra historia - en este caso, otro post.
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