¿Ética o Ciencia?
Dentro de unos días (6 y 9 de agosto) se conmemora (que no celebra) el 60 aniversario de una acción que supuso un hito en la comunidad científica al poner ante sí las consecuencias de su investigación.
Hace 60 años, un avión con nombre de canción salía con la misión de soltar su carga sobre una ciudad japonesa. El avión se llamaba Enola Gay, la carga era una bomba nuclear y la ciudad era Hiroshima.
He leído gente a favor, en contra y pasivos totales, pero más allá de la pérdida de humanidad que me parece que fue, lo que realmente sí fue un punto de inflexión en las mentes de los científicos.
Vale que había una carrera con los alemanes para conseguir la bomba atómica los primeros, vale que si los nazis la hubieran tenido las cosas podrían haber sido mucho peores, vale que se puede discutir si se debería haber usado o no, pero lo que no vale es que el trabajo teórico de unos hombres (lamentablemente no había demasiadas mujeres en el Proyecto Manhatan) en un laboratorio suponga la vida de miles de personas al otro lado del globo.
Hoy en día vemos ejemplos de efectos mariposa continuamente (a Clinton se la chupan debajo de la mesa y sube la gasolina, muere un rey saudita y hay tres días de luto en Marbella, etc...), pero ese hecho fue más allá.
Parafraseando una vez más al matemático loco de Jurassic Park, estaban tan preocupados por llegar a desarrollarlo que no se pararon a pensar en si debían desarrollarlo.
El domingo vi un reportaje muy chulo acerca de la ética en la ciencia y de cómo el proyecto Manhatan fue el inicio de las preguntas éticas entre los científicos.
En ese reportaje se oyeron unas palabras del responsable del proyecto (Oppenheimer) cuando vio las consecuencias de las bombas atómicas. Su voz estaba llena de arrepentimiento, de horror; sus palabras, hablaban de un pasaje en la religión hindú, algo así como la ira divina hecha realidad. ¿Esto es lo que he hecho? - parecía preguntarse internamente.
Supongo que durante muchas noches no durmió demasiado bien.
En el reportaje se hablaba de cómo hasta esa fecha (y alguna posterior, pienso yo) los científicos no se preguntaban si lo que hacían debía hacerse o no. A finales del siglo XIX muchos pensaron que todo estaba atado y bien atado y que todo estaba inventado (como muchos de los que hablan ahora, estaban equivocados), pero la revolución de la cuántica y la relatividad estaba por llegar. Supongo que ni Bohr ni Planck, ni Rutherford, ni Einstein se preguntaron si debían saber más acerca de esas cosas, simplemente, se dedicaron a seguir su propia curiosidad. En el fondo no deja de ser inocente, como un niño que se abre al mundo que le rodea.
Lamentablemente, algunos de esos brillantes científicos tuvieron que enfrentarse a las consecuencias de sus actos.
150000 tal que así... más o menos...
Si bien es cierto que un científico de por sí no es responsable de los posibles usos de sus descubrimientos (de igual modo que un fabricante de jeringuillas no lo es de que se usen para picarse heroína), desde luego hoy en día sí que debieran tener conciencia de por dónde pisan.
Como decía, antes la investigación pura iba por donde los propios científicos decidían (y sabían) ir. La cosa es que con las guerras la ciencia giró hacia el uso militar, sobre todo porque muchos científicos vieron el filón de usar dinero público en investigaciones cada vez más punteras (y caras).
Mientras la motivación de se hace por seguridad nacional nadie tuvo que preguntarse nada.
Hasta que la bomba les explotó (nunca mejor dicho).
Desde entonces, la investigación puntera ha requerido cada vez mayores inversiones. Inversiones que han venido a veces en empresas privadas a las que no les importa otra cosa que ganar dinero. Ahí no hay consideraciones éticas posibles, la ética es el dinero y no hay más.
En muchos casos la financiación privada no es suficiente, por ejemplo, para la física subatómica y los aceleradores de partículas. En el CERN de Suiza disfrutamos de uno de los más grandes. Imagina 27 kilómetros de túnel (un círculo) por el que con potentes imanes y campos magnéticos se juega a producir colisiones que simulen el universo a edades tempranas o se generen partículas que existen teóricamente pero que no se han encontrado. Si no te da miedo aún, mira lo que hacen con la anti-materia...
Todo ello no tiene aplicaciones inmediatas, de modo que como negocio no es algo especialmente rentable y los gastos son enormes. Si no hay una guerra que estimule la paranoia de la seguridad nacional, ¿qué motivación queda?
Esto hace que ahora mismo el camino que sigue la ciencia lo marcan cada vez más las empresas privadas, y por tanto, la ética empieza a ser algo susceptible de aplicar. Ya no se investiga por donde el investigador cree que debe, sino por donde los que le pagan le dicen que lo haga. ¿No importa que eso tenga consideraciones éticas? ¿Seguro?
Puede que esté bien conocer el mecanismo de la adicción a las drogas, pero ¿y si una tabacalera lo quiere saber para hacer que sus cigarrillos sean más adictivos y así al gente fume más?
Un investigador debe pensar en estas cosas, sobre todo si sabe para quien trabaja, si no quiere sentirse como el grupo de investigadores que desarrollaron el arma más mortífera jamás utilizada cuando vieron su uso.
La ciencia no está a salvo de las garras del dinero, ¿qué nos queda entonces?
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